Atraviesan sus cielos propios, ligeras.
Se estrellan en la berma, estrepitosas.
Acto seguido: florecen las piedras.
Cultivo antiguas rocas, ahora perlas,
alimentadas con sudores de noches y fiestas.
Demasiadas veces dijimos estar con nuestras abuelas.
¿Cuántas mentiras piadosas para vivir la tormenta?
Nuestros cuerpos dibujaron con su humedad
en el firmamento estelas.
Sólo éramos un par de tránsfugas
aventureros de equipaje en mano,
dispuestos a salir de una prisión
para entrar en otra;
una por nuestros sentidos descubierta...
vapores,
aguas calientes,
besos y lenguas se elevan;
susurros y ecos,
piel contra piel rompen
cortezas;
lava y foresta,
brazos y piernas se entrelazan,
enredaderas;
hasta derramar lágrimas seminales,
para luego ver florecer las piedras...