Precisas concluir, es tu hora
decimal pálida visceral, un final.
Esta no es tu vida, no te alejes, amor.
Este, no soy.
Un objeto pálido mutable que no controla su transformación.
Viejo triste risueño niño, no convencen sus ojos, confundido hombre preservando su alma bajo las sábanas.
Estás ahí, eras la silla. Era también yo la silla.
Y ninguno de los dos el recuerdo.
Eran los tiempos del pienso y del pierdo.
Eran, además, los desmadres y los destiempos,
el esperarte para soplar una pizca de silencio.
El alma se nos iba en un delicado muero.
(Una montaña hacia mi flotando fría)
vengo huyo no me encuentro, pierdo,
congelándome de miedo.
Es de noche y de nuevo oculto, alejándome de todos, bajo buena estrella no se está sólo.
En el mundo de la suerte mala, sonrío contento,
tus caderas beso y te desvisto lento.
Un bloque, frío azul desvelo, tritura cerebros y no, no pienso. No tengo personalidad, todo es una estafa y bien me queda el disfraz.
Aléjate de mi, conmigo, vas a estar mal, muy mal.
Exhausto en cama no logro olvidar, mi mano acaricia tu espalda, no lejos se entierra un puñal, murmuro en tu oído y me pides que no pare de llorar.
De nuevo pregunto:
- y tú... ¿dónde los lobos?
Sonrisa perfecta y sosegada respuesta:
- te besaré en las bocas.
Húmedos peñascos acogían nuestro cuerpos, frágiles friolentos y despiertos, luego cálidos y raudos para soportar durmiendo.
He fallado, tiemblan las manos, recorre mi cuerpo amargo llanto...
Nada sucede acá afuera, algo pasa en mi corazón y no estás. Mis manos están vacías de ti.
. . . F I N D E L L I B R O . . .
